Como, por ejemplo, el del chosco de Tineo, un producto que se elabora con cabecera de lomo y lengua de cerdo, adobado con sal, pimentón y ajo, para después embutirlo en el ciego de cerdo —una parte del intestino grueso—, lo que le da su peculiar forma redondeada e irregular. Posteriormente se ahuma de forma tradicional, en frío, con leña de árboles autóctonos de Asturias, como roble, abedul o castaño, durante un mínimo de siete días, seguido de un secado natural para que cure.
El origen del chosco de Tineo
Su origen se remonta a los llamados vaqueiros de alzada, ganaderos trashumantes del occidente asturiano que, desde tiempos antiguos, viajaban con sus familias y ganado a la montaña durante el verano, para aprovechar los pastos, y descendían de nuevo en invierno. Desde esas temporadas fuera de casa, el chosco les servía como alimento energético y de fácil conservación.
En el siglo XIX, el chosco comenzó a vincularse a la festividad de San Roque, en la localidad asturiana de Tineo, y en el siglo XX figuraba en la Guía del buen comer español (1929). Con el tiempo, su consumo se popularizó en fiestas, romerías y meriendas al aire libre, considerado como un rico producto autóctono.
Ya en el siglo XXI, obtuvo el reconocimiento europeo de Indicación Geográfica Protegida (IGP) Chosco de Tineo, que se estableció formalmente en 2008, con su funcionamiento efectivo desde 2011, una figura de calidad que reconoce y protege su autenticidad y métodos artesanos, convirtiéndose en el noveno producto alimentario en Asturias en contar con una marca de calidad oficial.
En la actualidad el chosco de Tineo está considerado un producto gourmet, presente tanto en restaurantes tradicionales como en propuestas de cocina de vanguardia, como ingrediente en ensaladas, rellenos de cachopos, revueltos, pizzas…
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