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El carácter genuino, tan diferente, de los vinos de Jerez se debe, por un lado, a su origen geográfico, con unas condiciones naturales excepcionales, pero también a la impronta dejada en esas tierras por culturas muy diversas y, a veces, de orígenes muy lejanos. Y es que durante unos tres mil años, las distintas circunstancias históricas han ido moldeando la identidad de estos vinos, su producción y su comercialización.
Vinos de Jerez. El origen
Según explican desde el Consejo Regulador de vinos de Jerez y Manzanilla, las primeras noticias de estos vinos las proporciona el geógrafo griego Estrabón en el siglo I a.C., al dejar escrito que las vides jerezanas fueron traídas a la región de Xera —donde hoy se ubica Jerez— de las lejanas tierras del actual Líbano por los fenicios —los mismos fundadores de la antigua Gades (Cádiz) — alrededor del año 1100 a.C. Y desde allí los vinos eran distribuidos por todo el Mediterráneo, especialmente en Roma.
En el año 711 da comienzo la dominación árabe en España, que en el caso de Jerez habría de durar más de cinco siglos. Durante todo este tiempo, Jerez siguió siendo un importante centro de elaboración de vinos, a pesar de la prohibición coránica de consumo de bebidas alcohólicas. La producción de pasas y la obtención de alcohol con distintos fines (perfumes, ungüentos…) y el uso del vino con fines medicinales actuaban en cierta forma como excusas para el mantenimiento del cultivo de la vid y de la elaboración de vino.
En 1264, tras la Reconquista, Jerez se convierte en frontera y la repoblación de hombres y cultivos se hizo indispensable, de modo que Alfonso X repartió determinados lotes de tierra para dos cultivos obligatorios, la viña y el cereal, en base al prestigio social y a los méritos alcanzados. Según la tradición, fue uno de los hombres más significativos de su hueste, Fernán Ibáñez Palomino, quién dio nombre al tipo de uva que luego sería características de la zona: la palomino.
El comercio con Inglaterra
Para entonces, e incluso ya en el siglo XII, los vinos de Jerez eran comercializados y apreciados en Inglaterra, donde eran conocidos con el nombre árabe de la ciudad, Sherish, aunque el verdadero momento en que se popularizaron en este país fue cuando Enrique I propuso a los jerezanos una operación de trueque, lana inglesa por vino de Jerez, al objeto de desarrollar las manufacturas nacionales. Las viñas de Jerez se convirtieron así en una fuente de riqueza para el Reino, hasta el punto de que Enrique III de Castilla prohibió en 1402 que se arrancara una sola cepa, e incluso se llega a prohibir la instalación de colmenas cerca de las viñas, para que las abejas no dañen el fruto.
El descubrimiento de América abrió nuevos mercados y, con ellos, un floreciente negocio. La Corona española vertebraba este Nuevo Mundo a través del puerto de Sevilla y de la Casa de Contratación, una coyuntura totalmente favorable para que los vinos jerezanos formaran parte esencial del abastecimiento de buques con destino a América, lo que atrajo a la zona a numerosos inversores y comerciantes extranjeros, especialmente italianos. En este sentido hay que destacar que, durante tiempo, los comerciantes británicos compraron buena parte de las cosechas de vinos de Jerez, pero no invirtieron mucho en la zona, salvo contadas excepciones, sino que los primeros empresarios en invertir en vinos y bodegas fueron españoles. Más tarde, buena parte de los capitales invertidos ya por empresarios de origen británico fueron formados como resultado de sus actividades en la región, por lo que no pueden ser considerados capitales extranjeros.
La modernización de las bodegas jerezanas
Por entonces, todavía los vinos que se comercializaban desde la región hacia los mercados eran muy diferentes de los que hoy conocemos como vinos de Jerez. A partir de finales del XVII y durante todo el XVIII la demanda mundial de vinos se había incrementado de manera considerable y las distintas regiones vinícolas habían ido ,adaptado sus estructuras productivas para satisfacer dicha demanda. El gusto inglés iba además, a cambiar definitivamente desde los vinos más pálidos y ligeros anteriormente demandados a otros vinos más fuertes, oscuros y envejecidos. Por otra parte, la tendencia a almacenar prolongadamente vinos de diferentes cosechas y la necesidad de abastecer al mercado con una calidad estable dio lugar a una de las aportaciones más fundamentales y diferenciadoras de la vinatería jerezana: el sistema de envejecimiento de criaderas y solera.
A finales del siglo XIX, como en la casi totalidad de los viñedos europeos, la epidemia filoxérica arrasó los viñedos del Marco de Jerez, por lo que hubo que proceder al arranque de la totalidad de las cepas y la utilización de variedades de cepas americanas, resistentes al insecto, sobre la que han de injertarse las viníferas locales, lo que significó la definitiva selección de las variedades de uva que aún hoy siguen utilizándose en la elaboración del vino de Jerez.
En 1933, cuando se publica la primera Ley Española del Vino, se recoge ya la existencia de la Denominación de Origen Jerez. Amparados por el nuevo texto legal, los productores jerezanos se pusieron manos a la obra y en enero de 1935 se publicó finalmente el primer Reglamento de la Denominación de Origen Jerez y de su Consejo Regulador, el primero en constituirse legalmente en nuestro país.
La entrada El origen de unos vinos singulares: los vinos de Jerez aparece primero en Diario de Gastronomía: Cocina, vino, gastronomía y recetas gourmet.
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